lunes, 23 de junio de 2008

En la alta noche


Después de casi cinco décadas comprendo porque me ha seguido este poema, y seguirá hasta que alcance “la gracia última de quedarme dormido”. Lo aprendí en la escuela a los quince años, y próximo al primer aniversario de la partida de mi madre. No recuerdo exactamente mi estado de ánimo para la fecha, pero estoy seguro que aún no superaba el duelo. De inmediato se me fijó en el cerebro y en la piel y lo tengo entre mis favoritos.
Del insigne poeta panameño Ricardo Miró.

En la alta noche.

Anoche deambulaba por la orilla del mar
y me encontré conmigo, y me puse a soñar…
La luna era un fantasma; el mar una laguna
donde fulgía un camino para ir hacia la luna;
y yo pensé; ante el ancho camino plateado:
¿vendrá por él la luna a soñar a mi lado?...

Sobre la noche quieta y en el viento, dormido,
mi rumor extraviado, ni susurro perdido…
Y estaba mudo el mar como desierto nido…

El humo voluptuoso del cigarrillo turco
subía en espirales trazando lento surco,
y por la escala azul bajaba una hebra loca
de la Luna, en sigilo, y se entraba en mi boca.

y en la alta noche llena de paz y de fortuna
yo, por dentro, me iba encendiendo de Luna.

¡Encanto del misterio!... Encanto del profundo
silencio que permite oír rodar al mundo,
mientras van las estrellas corriendo una tras una
en pos del carro mágico donde viaja la Luna.

¡Encanto del misterio!...¡Honda felicidad
de olvidarse de todo en esta soledad
que incita a hacer el viaje hacia la eternidad!...

Pura dicha anhelada de estar lejos de todo,
y sacudir el polvo, y limpiarnos el lodo,
y sentir que nos vamos elevando…elevando…
sin comprender a dónde, ¡ni saber hasta cuándo!

Señor, ya yo quiero nada, nada, ni amor;
porque el amor es simple motivo de dolor…

Dame tan sólo paz; dame sólo el olvido;
dame la gracia última de quedarme dormido,
por siempre, bajo tierra, en un lugar perdido,
donde no oiga palabra ni me turbe ruido…

martes, 12 de febrero de 2008




Me acomodé frente al poste de madera de varios metros, confiado que la espera valdría la pena, que lo vería. Estaba equipado para la ocasión.
Meses atrás distinguí en ese poste un pájaro carpintero que nunca había percibido. Aquí abundan los carpinteros comunes, yo que soy nulo para los sonidos, reconozco con facilidad el trinar de estas aves. Este espécimen era distinto, para mi una rareza, lo recuerdo todo negro con una enorme cresta de rojo intenso. No se si por la emoción, pero lo vi grande, el doble de la especie común. En un libro observé una ilustración de uno muy parecido pero con una franja blanca en la cabeza o cerca de la espalda. Soñaba fotografiarlo y confirmar que era el mismo.
De repente divisé la llegada de un carpintero común adulto y desde el hueco en el poste escuché el sonido característico de la especie, pero como apagado, sin el volumen acostumbrado; era el mismo nido de aquel de hace meses.
Continué apostado, atento y listo para el disparo de la cámara.
En minutos asomó la cabeza, no había duda que era un pichón. Continué paciente e hice muchas tomas. Algunas las hallo preciosas.
No logré el carpintero negro, a cambió disfruté de un espectáculo maravilloso de la naturaleza; con este par de imágenes comparto una mínima fracción de mi vivencia.

domingo, 10 de febrero de 2008

Sangretoro


Mientras leía y comentaba frente a mi pantalla me robó la atención un piar. Miré hacia la ventana y allí estaba contemplándome un precioso sangretoro; perdonen el pleonasmo, decir sangretoro y precioso es una redundancia. Para los que no lo conocen es un pájaro de color negro con intensas manchas de un rojo sangre. Me miró. Lo miré, nos miramos y después de unos minutos remontó vuelo. El instante me pareció maravilloso, pero no es inusual, es frecuente la presencia de aves en este rincón de la ciudad de Panamá en donde resido. En una ocasión anidaron cerca unos halconcillos y el pichón se pavoneaba alegremente por la poca concurrida calle frente al edificio.Y que decir de la bandada de loros y pericos que en cierta temporada incomoda a algunos con su bullicio, pero yo disfruto viéndolos y me preguntó si siempre tendremos ese privilegio, si la vorágine del urbanismo dejará algo de este espectáculo para los que vienen. (3:oopm del 26 de junio de 2007)

Céfiro de verano.


Ahora que aquí estamos de "verano", realmente sólo es una época seca, que se supone sin lluvias. Pero este año tenemos las travesuras de La Niña, que aquí no han causado los estragos que he leído de Ecuador y Bolivia. Como dice mi querida amiga chilena Soni, se me ocurrió esta lesera.

El verano en Panamá
coincide con el austral
y lo refresca el viento boreal.
nuestros queridos alisios.
A veces se dan con tanta fuerza,
que como cometa de niño
pudieran llevarme hasta tu puerta.
Pero es sólo la quimera
de uno estancado en el centro
que espera que la fuerza del norte
lo lleve a donde él no puede hacerlo.
Pesado para que me arrastre el viento
sólo me acaricia la brisa
mientras rumio mi estéril sueño

miércoles, 30 de enero de 2008

Ballet en la arena


Madrugo para caminar descalzo en la arena; vengo temprano a presenciar un ballet natural interpretado por una compañía de aves y amenizado por el mar.
Estas avecillas son parte del paisaje de esta playa, sólo se les ve temprano o cuando disminuyen el sol y los bañistas. Danzan alegremente acompasadas por el ritmo de las olas, esperan que el agua se aproxime violentamente a la orilla y revuelva la arena para rebuscar pequeños moluscos y otras especies que no logro ver, pero las percibo en el afán de ellas por escarbar en el revuelo que dejó la ola que acaba de entrar. Tienen que sacar rápido sus pequeñas presas porque ya viene la otra onda de agua que las arrastraría, si atentas no dan un pequeño brinco con un paso instintivo logrado con gracia, alejándose del agua, para después salir raudas detrás de la ola que vuelve al mar y deja en su paso al descubierto su ración. Nuevamente con rapidez alegre vuelven a alejarse a la orilla para repetir los gráciles pasos de este ballet.
Es un espectáculo hermoso, el sol apenas asomándose, la blanca arena, las fuertes olas, las encantadoras aves y la brisa que en esta época va de la tierra al mar.
Me sumo a la escena y trato de congelar la imagen con mi cámara, para llevármela y seguir contemplando estas criaturas y volver a recrear en mi memoria esta maravilla de la naturaleza en este amanecer de verano en esta playa del Pacífico panameño.

jueves, 24 de enero de 2008

Mi mar


Mi mar

Cuando visito estas costas me renuevo; este es mi mar, el Caribe, espectacular paisaje a todo lo largo de este litoral. Esta es la mejor época del año para disfrutarlo. La fuerte brisa que pega del norte amaina caritativamente el calor, esos son mis queridos vientos alisios que “como beso de virgen me acarician” y me colman de placer.

Toda mi vida se conjuga en este momento.
El presente: lo disfruto físicamente al sentir la brisa que viene del mar, la bondad de la temperatura y la humedad disminuida, la fruición al pisar descalzo las blancas arenas, el rugido rítmico y arrullador de la olas; las algas me hablan de esperanza, porque su presencia manifiesta que no es tan grave la contaminación, al menos en este punto geográfico; las aves marina, los pescadores artesanales en sus rústica embarcaciones; las criaturas en la arena, conchas y pequeños moluscos, el dólar de mar que todavía se recoge en esta playa y otras especies.
El pasado: resurge en mi memoria aquel juego de niño que consistía en quedarse inmóvil de pie en una plataforma a la orilla del mar y esperar que las olas reventaran violentamente en el muro sobre el que estábamos, la fuerza del golpe era tal que el agua y la espuma majestuosamente se elevaban varios metros sobre nuestras cabezas, el último en huir de la ola era el ganador. El premio del afortunado era la reprimenda que recibía por ingresar al aula todo bañado en agua de mar y casi siempre lo coronaban con un regreso inmediato a casa con una amonestación. Aún con la amenaza de un posible castigo, al día siguiente temprano la pléyade de niños estábamos listos para nuestro alegre juego con las olas del mar, no todo el año la olas eran tan benévolas y teníamos que aprovechar.
Recuerdo también mis escapadas con la complicidad de la noche par ir a nadar al arrecife infestado de barracudas, el miedo a la oscuridad y a las criaturas del mar no eran óbice para nuestra diversión nocturna.
El futuro: sueño con el día en que no asistiré pero estaré presente, veo caer lentamente mis cenizas en esta costa para unirme a otros tantos que aquí descansan, como Sir Francis Drake y los infelices que morían en tiempo de las peregrinaciones por mar al Cristo Negro de Portobelo, ahogados o devorado por tiburones al naufragar las precarias naves.

Esta visita la disfruto porque ahora me bañan otras aguas y me alimento con la sal del otro océano, pero necesito volver periódicamente para sentir que viví, que aún vivo y que aquí descansaré.